SAN RAFAEL HISTORIA - PIONEROS

Fausto Burgos
Fausto Burgos

Cuando le hemos visto andar por nuestras calles, ancho, bajo, rechoncho; casi nos daba la sensación de un viejo lobo de mar, que hubiera anclado su nave aquí, al pie de las montañas, después de muchas millas y jornadas bajo la Cruz del Sur.

La impresión que a nosotros nos dejaba era ésta; y a quienes no le conocían ni por mentas, les daba la sensación de uno de esos comerciantes o bodegueros de la zona que tras el largo trasegar detrás del mostrador o bien en, el lagar y entre las piletas, se retira en los últimos años de su vida a descansar.

Casi durante un cuarto de siglo, hemos estado avecindados, hemos mantenido largos períodos de amistad, y otros, más largos, de un distanciamiento que no iba más allá del saludo.

Fausto Burgos, como las medallas, tenía su anverso y su reverso, pero de los dos lados era moneda auténtica. Se particularizaba con sus hosquedades, pero en el fondo, en lo grande que el ser humano tiene, era su alma limpia, incapaz de la maldad, y huía, como del agua caliente el gato, de la chismografía, del boato, de la sociabilidad y de todo cuanto para él significase perder el tiempo. Era de los que creen a pies Juntillas, que el tiempo es oro y no hacIa como aquel popular inglés rematador que se la pasaba todo el día tomando whisky.

Su orgullo, su lujo, la mejor condecoración que exhibía y el premio al que más aprecio le tenía, no eran aquellos que conquistó en justa lid con sus libros, sino el de ser un trabajador de la pluma, sin retaceos, que signó todos los días de su vida con una página que al final de su existencia, ha venido a constituir más de setenta libros, de cuentos, novelas, ensayos, versos, teatro, numerosos artículos para diarios y revistas, especialmente para "La Prensa" de Buenos Aires donde colaboró ininterrumpidamente más de treinta años.

Si su obra antes, y ahora más, es considerada una obra de valía, bien valen también las características particulares del hombre, que no obstante el renombre que tenía tuvo la virtud -porque sinceramente es una virtud- de pasar casi inadvertido, sin meterse en nada que no fuera lo que realmente sentía y lo que realmente le conmovía.

Así, dedicándose exclusivamente a dos cosas: su cátedra en la Escuela Normal de Maestros, en la que alcanzó los beneficios de la jubilación, Y su trabajo intelectual, vivió casi cuarenta años en nuestra ciudad.

El trabajador intelectual, que gustaba llamarse a sí mismo, el Balzac de la literatura argentina, por la fecundidad de su trabajo y por el número de obras publicadas, "vivió su vida como si supiera por otra vida lo que el mundo vale", según la expresión de aquel héroe, del poema de Pedro M. Obligado.

Aunque no era mendocino, se aquerenció con esta tierra, en donde, como él solía decir, levantó tienda, y en San Rafael, al realizar la mayor parte de su labor intelectual, se le considera como un escritor local. Fausto Burgos había nacido en Tucumán en 1888; vivió durante mucho tiempo en Salta, y estudió y se recibió de Profesor, en Eva Perón (La Plata). Vino aquí para ejercer funciones de profesor, como precedentemente decimos, junto a su compañera de toda la vida, mujer de recio temperamento, Elena Catullo de Burgos, que además de ser su esposa, ha sido dignísima colaboradora en toda su significativa obra. Colaboradora; en el sentido de ser ella quien ha corrido con la engorrosidad que significa pasar en limpio todos los libros y originales.

Quienes hemos visto a través de muchos años ese ímprobo trabajo, no podemos referirnos al escritor sin destacar esta parte tan integrativa de su vida y de su obra. Como bien se sabe, Elena Catullo de Burgos ha escrito también algunos libros, entre ellos un tratado de telares, justamente premiado hace unos años por la Comisión Nacional de Cultura.

Burgos tenía a igual. que su esposa una segunda pasión, siendo por supuesto la primera -la de escritor- el descansar de un trabajo, haciendo otro; y esa otra labor que por cierto le reportó muchos honores, era la de trabajar los maravillosos ponchos que en muchas exposiciones del país y del extranjero, Burgos y su esposa presentaron.

Otra parte importante de su vida, la constituyeron los viajes. Europa, Asia, África, toda América; pero con excepción de algún tributo a tierra extranjera -el libro que dedicó a España, "Paisajes y figuras de España"-, en todas sus novelas y cuentos se ha" dedicado a pintar especialmente la vida de las provincias del norte. Por supuesto que en su extensa lista de libros hay algunos, que tipos y desarrollo son de nuestra región.

Fausto Burgos vivió aquí, como ya hemos expresado, casi cuarenta años, escribiendo y viendo pasar por su cátedra, generaciones y generaciones de jóvenes sanrafaelinos.

En el orden intelectual del pueblo, que él alcanza a ver ya transformado en la ciudad, viva, progresista, constituye al par que su poeta mayor, Alfredo R. Bufano, un "pendant" que afirmativamente exhibimos. Porque ellos también

en su esfera, han constituído y constituyen por la obra legada, factores preponderantes del progreso de nuestro "San Rafael".

LAGRIMA
Sobre un capullo de rosa
se hizo la escarcha rocío;
una calandria montera
modeló su mejor trino.
En su caverna de luto,
susurra, susurra un grillo.
El artista quedó ciego;
su pena lo halló dormido;
acaso por sofocarla,
de las cuencas en vacío,
rodó como un corazón,
diminuto y cristalino,
una lágrima bañada,
en el sueño del rocío.

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