
Cada tanto en la historia aparecen hombres que se convierten en ejemplo para la comunidad a la que pertenecen, son hombres múltiples que saben hacer de todo, que tienen una energía sin límites, son incansables y se brindan a los demás sin retaceos.
Así fue Francisco Antonio Crisafulli, que si bien nació en Italia, fue sanrafaelino de alma. Nació en Furnari, un pueblito en Sicilia el 21 de mayo de 1889. Como ya he dicho en otras ocasiones, en Italia no se vivía bien y faltaba trabajo, sobre todo trabajo digno, por lo tanto Francisco siendo tan sólo un niño viajó a la Argentina con un tío y llegó a Mendoza en 1901.
Los padres accedían a alejarse de los hijos, y tal vez no verlos nunca más, con tal de que tuvieran un mejor porvenir.
Cuando tuvo la edad suficiente ingresó a la Escuela Nacional de Vitivinicultura que funcionaba en Mendoza, bajo la dirección del enólogo Leopoldo Suárez, para realizar estudios de Enología.
Mientras estudiaba comenzó a trabajar en la bodega Tomba, donde podía aplicar los conocimientos que adquiría. Recibió su título en 1917 y se trasladó a San Rafael, donde se radicó y colaboró con Daniel Bustelo.
Vida en San Rafael
En 1921 contrajo matrimonio con Ernestina Colomba Sardi, perteneciente a una conocida familia de bodegueros e hija de Ernesto Sardi y Josefina Rusmini, originarios de Milán. Era hermana de Atilio y Ricardo Sardi, quienes también fueron enólogos y tuvieron sus bodegas.
Trabajó en los viñedos de Luis Tirasso, al poco tiempo se independizó y gracias a los ahorros obtenidos logró comprar propiedades en “El Cerrito”, “El Toledano” y “Cuadro Nacional”.
Adquirió también el terreno para construir su bodega en el sitio donde hoy se encuentra la Universidad Nacional de Cuyo. Una vez terminada, allá por 1924, la equipó con maquinaria moderna, instaló una báscula para pesar los camiones, una bomba de nafta y un laboratorio, el mismo que la UNCuyo ha conservado tal cual y que lleva su nombre.
Dentro de la bodega había instalado una tonelería, donde fabricaba y arreglaba los barriles, toneles y bordelesas que necesitaba.
Hoy esta antigua bodega, actual UNCuyo, quedó situada en pleno centro, en la calle Bernardo de Irigoyen 364, frente a las vías del ferrocarril. En su momento se había hecho una extensión especial de las vías que entraban a la bodega para cargar las bordelesas, fue una de las pocas bodegas que contó con ese privilegio. De ese modo se despachaba a Buenos Aires y también al exterior, especialmente a Europa.
En su bodega, cuyo nombre era “Santa María”, elaboró vinos comunes y finos, registrando las marcas “Audacia”, “Crisafulli”, “Flor del Pago”, “Tatay” y “El Soberbio” del tipo Barbera, Chianti, Pinot blanco y Tinto.
La calidad de los mismos no sólo fue reconocida en San Rafael sino también a nivel nacional e internacional, llegando hasta los mercados europeos, donde recibió una medalla en Gran Bretaña en 1932 por los vinos “Pinot Blanco y Tinto”, y también en Suecia.
Su casa estaba en el mismo terreno de la bodega, con entrada por la avenida San Martín, comunicándose por dentro. También había comprado la bodega La Primavera, en Rama Caída.
Francisco y Ernestina tuvieron cuatro hijas, a las que cuidaron y mimaron mucho, transformándose en la luz de sus ojos. La primera fue María Josefina, casada con Alfredo Pulenta (dueño de Peñaflor), la segunda hija fue Ernestina Antonieta, casada con Ernesto Barbosa (médico), luego Ermelinda Elena, casada con Daniel Julián (comerciante de San Rafael) y finalmente Ana Luisa, casada con Mario A. Gómez Arenas (militar). En total los abuelos Crisafulli tuvieron 20 nietos.
El matrimonio Crisafulli y sus hijas se desenvolvieron en la sociedad sanrafaelina hasta que tras casarse se fueron yendo a distintos puntos del país.
Fuente: Diario UNO Textos: María Elena Izuel