La familia Matteucci tuvo su origen en la provincia de Ancona, Italia, lugar del cual emigraron muchas familias en busca de un mejor porvenir. Nazareno Matteucci y su esposa, Ana Lucía del Favero, nacieron en los años 1862 y 1865, respectivamente.
A finales del siglo XIX decidieron viajar a la Argentina y se establecieron en Luján de Cuyo, donde nacieron 12 de sus hijos, el último, Francisco Arturo, que nació el 29 de enero de 1906.
Les llegó noticias de que otros compatriotas se habían establecido en San Rafael, donde habían muchas buenas tierras, entonces compraron en Rama Caída unas tierras donde iniciaron su finquita; ahí nacieron tres niñas más.
Cuando la finca comenzó a producir construyeron una pequeña bodega en calle El Moro, que lamentablemente ha desaparecido. Durante 30 años trabajó en esa bodega don Nazareno, junto con sus tres hijos varones: Pedro, César y Francisco Arturo.
En 1939, al fallecer Nazareno, sus hijos se repartieron los bienes. Los dos mayores invirtieron en fincas y el menor, Francisco, compró una bodega que vendía Pedro Orlandi, quien había estado en sociedad con los hermanos Gentile. Todavía se encuentra en pie y en buenas condiciones en Calle El Chañaral, en Las Paredes.
En las cercanías tenía su bodega y varias fincas Antonio Costanzo, quien también tuvo varias hijas. A una de ellas, de nombre Tomasa, conoció Francisco. Los jóvenes se enamoraron y contrajeron matrimonio el 14 de febrero de 1941, el día de San Valentín, más conocido como Día de los Enamorados.
Construyeron su hogar junto a la bodega y ahí nacieron las hijas: Mirta Lucía, casada con Domingo Brancatto, Hilda María, que contrajo matrimonio con Manuel Pulido, y Nilda Rosa, quien se casó con Carlos Granados.
Fueron llegando los nietos, orgullo de Francisco, los que hoy son empresarios o profesionales, que heredaron la voluntad, la inteligencia y honestidad del abuelo.
En su bodega, Francisco hacía las veces de enólogo, ya que poseía muchos conocimientos sobre la elaboración del vino, adquiridos en años de trabajo junto a su padre.
Elaboraba las uvas cosechadas en sus fincas, en total llegó a poseer 240 hectáreas que estaban ubicadas en La Tombina, Las Paredes, El Toledano, El Cerrito y Cuadro Nacional.
Cultivaba uvas finas como Malbec, Barbera y Pinot blanco, con el sistema de parrales, aunque también usaba espaldera.
En los años en que el granizo le llevaba la cosecha continuaba con el trabajo de las fincas, porque sabía ahorrar para los malos tiempos, rogando que Dios permitiera una futura cosecha para recuperar lo perdido. Tenía mucha fe y todo lo aceptaba con resignación, pero sabía que también era necesario poner la fuerza de sus manos.
Durante los meses que duraba la cosecha, permanecía en la bodega y su esposa Tomasa, junto con un sobrino, Reynaldo Matteucci, a quien querían como a un hijo, levantaban los frutos en todas las fincas, trasladando la uva en dos pequeños camiones que había adquirido Francisco.
Producía exquisitos vinos de todas clases que vendía a granel a bodegas conocidas o a sus cuñados para embotellar.
Los vinos Malbec que elaboraba de sus viñedos de El Cerrito pasaban los 17° de alcohol, por lo que debían bajarlos para no exceder el límite permitido por el INV.
En sus fincas de esta zona las uvas adquirían el grado muy temprano, por lo que Francisco esperaba ansioso que dieran el permiso para iniciar la vendimia.
El Pinot blanco y el Barbera, a los que consideraba vinos comunes, eran muy superiores a muchos de los vinos finos actuales. En cierto momento registró la marca “Viñas del Piave”, pero no embotelló mucho tiempo.
En su época las ventas se realizaban “de palabra”, palabra de caballeros, no existían cheques, ni documentos o pagarés que las respaldaran, ya que ambas partes se respetaban y jamás se faltaba a la palabra empeñada.
Rodeado del cariño de los suyos falleció en 1981, trabajó toda su vida con profundo amor por todo lo que hacía, el esfuerzo nunca lo detuvo, por el contrario, le dio fuerzas para continuar.
Estas actitudes también las reflejó en su familia, fue un excelente esposo, afectuoso padre y cariñoso abuelo, que dejó en todos la siembra de su vida, por eso lo recuerdan con gran amor e inmenso orgullo.
En el barrio El Nihuil, ubicado entre las calles Pedro Vargas y 9 de Julio, una de las calles lleva su nombre, un pequeño homenaje de la comunidad sanrafaelina para un gran hombre.
Actualmente la mayor de sus nietas mujeres, Laura Lucía, continúa con el trabajo de fincas y elabora vinos bajo la marca “San Francisco” en honor de su abuelo con vinos que compra en otras bodegas hasta tanto pueda construir la propia.
La bodega de don Matteucci la ha comprado Enrique Sardi, nieto de Atilio, quien la ha reparado y la está trabajando.
Fuente: Diario UNO Textos: María Elena Izuela