Don Augusto Marcó del Pont, el primer historiador de San Rafael, nació en Salta el 25 de mayo de 1870. ¿Será que al nacer en un día patrio tuvo tanto fervor por las cosas de la Patria? Muchas veces ocupó las tribunas para decir encendidos discursos en su homenaje.
Cursó sus estudios primarios y secundarios en su tierra natal, donde existía entre los docentes un clima un tanto revolucionario que transmitieron a sus alumnos. Contaba sólo con 15 años cuando sorprendió a sus profesores y familiares escribiendo una biografía sobre Mariano Moreno, a quien admiraba como prócer y como periodista, labor que comenzó a ejercer desde muy joven, ya que el director del diario El Norte lo invitó a escribir para su periódico.
Ingresó al Ejército en ese mismo tiempo y llegó a obtener el cargo de teniente de las Guardias Nacionales. Posteriormente se le encargó de la instrucción de los soldados de la Guardia Nacional en Rosario de la Frontera, donde comenzó su labor de maestro.
Pero no es el Ejército por lo que sentía pasión, sino por la pluma, la pluma y la palabra. Es así que viajó a Santa Fe y ahí participó en los periódicos La Nueva Época, La Capital, El Día y La Revista Santafesina. Mientras estuvo en Santa Fe escribió su primer libro, titulado Historia de Santa Fe para los escolares.
Huía de la política, decía que la política le producía náuseas, pero se vio envuelto en la campaña del Partido Nacional y entonces decidió trasladarse a La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires.
En cuanto llegó trabó amistad con otro salteño que también escribía. Era Joaquín Castellanos, y de su mano entró al círculo de escritores de esa ciudad, donde se hizo conocer a través de La Pirámide, revista que comenzó a editar sin poder recibir ganancia.
Pero para él era más importante que lo conocieran y comenzó a escribir para La Libertad, La Mañana y El Autonomista, pero estas eran colaboraciones, y para poder vivir lo hizo como secretario del Instituto de Sordomudos.
En la ciudad de la Plata conoció a la joven Elvira Portabella, se enamoraron y al poco tiempo contrajeron matrimonio. Ella no sólo fue su esposa sino también la compañera de todo momento, tanto de viajes como de cambios. Durante el año 1900 se trasladó a Catamarca, donde escribió en los periódicos locales; allí permaneció poco tiempo y se dirigió a Mendoza.
En Mendoza decidió estudiar y logró el título de notario público, equivalente al actual de escribano. Tenía ya más de 30 años cuando encaminó su carrera.
Llegaron a sus oídos comentarios de una tierra más al Sur, que era un vergel, la tierra prometida, y había llegado a ella el primer tren. El lugar era conocido como Colonia Francesa, pero con la llegada del tren la cabecera departamental pasó a ella y comenzó a llamarse San Rafael.
El matrimonio de Augusto y Elvira, con dos niñas pequeñas, arribaron a San Rafael en diciembre de 1903, un mes después de la llegada del primer tren y ella lo contaba así: “…en una tarde del mes de diciembre de 1903… llegamos a este apartado lugar de la tierra y desde nuestra llegada todo fue un obsesionante dinamismo, en el que un amor inusitado, aunque sincero, hacia la nueva y la buena tierra elegida superaba las dificultades, la nostalgia de lo que quedara atrás y hasta, por qué no decirlo, de las comodidades perdidas…”.
Desde ese mismo momento quedaron aprisionados por el trabajo, la fe, la esperanza, se enamoraron de la tierra nueva y aquí instalaron su hogar. Había recibido una oferta de don Rodolfo Iselín para trabajar con él en el sinnúmero de escrituras que se debían hacer por las ventas de tierra, ya que en la región sólo había un notario, don David Arana, y no le alcanzaba el tiempo para redactarlas todas.
En el sitio conocido como Puente Calicanto, aproximadamente lo que después se conoció como la "S", instaló su hogar y la escribanía. El trabajo era mucho y pese a qué ganaba buen dinero, no compró tierras como hacían todos los pobladores, sino que al ver que había muy pocas escuelas abrió una en su escribanía. Él ya tenía mucha experiencia como maestro. La escuela se denominó San Luis y pasaron por sus aulas muchos jóvenes que luego serían respetables ciudadanos.
Al festejarse el centenario de la Revolución de Mayo impulsó la recolección del dinero para hacer un busto del general San Martín, el que se pensó colocarlo en la plaza homónima con motivo de los festejos del 25 de Mayo. El busto, que según se comenta se había realizado con la fundición de cañones de la Campaña Libertadora, se debía inaugurar el 25 de mayo, pero como no estuvo listo se colocó el 9 de julio. Toda la ciudad se engalanó, la mayoría de las casas habían sido blanqueadas y colocada la Bandera argentina y la del país de origen de cada vecino extranjero.
Era gran admirador del sabio Florentino Ameghino y creía en su teoría sobre el poblamiento del mundo a partir de la Argentina, teoría que fue rebatida y no resistió la crítica.
Fueron grandes amigos con el doctor Teodoro Schestakow, con el que tenían agradables charlas.
El médico atendió a su esposa en los partos que tuvo en San Rafael, un varón, una niña a la que llamaron Beatriz, y dos niños más, de los 6 hijos que tuvieron en total. El último fue un varón, a quien le pusieron por nombre Raúl, y como la madre no tenía leche, Iselín le envió una burra que había perdido su cría, ya que el médico dijo que la mejor leche era la de burra. Así el niño creció sano y robusto.
Fuente: Diario UNO Textos: María Elena Izuel