SAN RAFAEL HISTORIA - PIONEROS

Galileo Vitali
Galileo Vitali

Galileo Vitali nació casualmente en el mismo año en que Cipolletti construyó su primer dique. Nació en Buenos Aires, pero vivió y se desvivió por Mendoza y murió por ella en 1944, a raíz de una afección pulmonar que había contraído en sus desvelos cordilleranos. Fue, de nuestros tres homenajeados, el que hasta ahora menos suerte ha tenido con los homenajes. En vida cuando debió retirarse por enfermedad de servicio, se le mezquinó una jubilación acorde con sus merecimientos. Ya muerto, por ley se impuso su nombre al Canal 25 de Mayo y se decretó la erección de un monolito conmemoratorio. Eso fue en 1952 y hasta hoy, en 1980, el monolito no fue erigido y son muy pocos los que recuerdan que el dique 25 de Mayo se llama Galileo Vitali, Con un tremendo sacrificio editó por su cuenta su "Hidrología Mendocina”, en 1940. La desventura que siempre lo acosó hizo que no lograra reunir todo el dinero necesario.

Así fue que, hasta varios años después, -ya fallecido su autor- “500 ejemplares quedaron en una Imprenta de esta ciudad, mirando el afrentoso transcurrir de los años y comprobando la indiferencia angustiosa de un ambiente que ignoraba su Inmenso valor”, como rezara el proyecto de Ley, con la que el 5 de septiembre de 1946 se dispusiera su adquisición por parte del Estado Provincial. No acaba ahí su mal hado póstumo: en Mendoza, una calle recibió su nombre. El 23 de junio de 1980 su hijo, Julio César Vitali, inició un enésimo reclamo, porque el apellido que figura en las señalizaciones es "Vitale". Pero esto es parte del anecdotario. Lo cierto es que ubicar a Galileo Vitali en la constelación de los próceres de nuestra irrigación, es un acto de pura justicia. 

Es el sereno y merecido homenaje a quien, como un amante apasionado, recorrió infatigablemente el extenso y áspero territorio provincial, indagando sin desmayos glaciares y vertientes, cauces y estratificaciones. A quien. a su sólida formación científica-técnica adquirida en la Universidad de Pisa, unió la fúlgida galaxia de virtudes que idealizan al perfecto investigador: consecuente persecución de claros objetivos- acendrada Intuición, robusta voluntad de aprender para enseñar. 

Su "Hidrología Mendocina”, recopilación de sus publicaciones, disertaciones, y experiencias de un cuarto de siglo -es aún hoy, a 4 décadas de su publicación, brújula segura para los rastreadores de la potencialidad hídrica de nuestros suelos. Es él, como lo definió magistralmente Don Ricardo Tudela, "eI estudioso más consecuente y más constructivo de la hidrología regional en nuestro siglo". (XXXVII). Por sobre todo, y con ese fértil pragmatismo que agigantó el imperio de sus antepasados romanos, Vitali acató la absoluta peculiaridad de nuestros ríos y no acalló su aprensión a las leyes generales y principios abstractos, en contra de quienes pretendían encasillar una realidad tan llena de matices y fluctuaciones El llevó a cabo el más amplio y profundo relevamiento de nuestras cuencas hídricas naturales, artificiales y subterráneas. Sus estudios geohidrológicos merecen brillar como estrellas de primera magnitud en los anales de la ciencia argentina. En toda circunstancia, al plantear el problema, Vitali se preocupó por recabar la solución.

Era un rasgo de su carácter vivaz e inquisitivo, como lo recuerdan quienes mejor lo conocieron. A cada paso, nos estimula a conocer los caudales como un gobernante a su pueblo. “EI agua me ha enseñado muchas cosas", advertía (XIV, 61) y resumía su labor de ingeniero en la de “ayudar a la naturaleza en su trabajo". Intuía que las teorías puras suelen embancarse como los ríos; que el reloj de los hielos esporádicamente no se ajusta a las aspiraciones y necesidades agrícolas de los mendocinos y que su adelanto o atraso puede marcar los años fastos o nefastos para la actividad productiva. Por eso su insistencia en que deben habilitarse nuevas obras hidráulicas, a fin de asegurar la regularidad del sistema. (La Libertad: 17/VII/39 -Los Andes: 7/X/36).

En cada una de sus certeras observaciones, nos llega el hálito vital de su encariñamiento con la tarea emprendida y el profundo sentido humano y patriótico de la misma. Mientras otros prefrían adormilarse en las teorizaciones de los escasos manuales de hidráulica que circulaban en nuestro medio, Vitali acometió la búsqueda de la realidad a mano desnuda. En procura de seguras respuestas, frecuentó las sobrecogedoras sendas de los glaciares, entrevió los jagüeles naturales que husmea el puma en sus desérticas andanzas, adivinó el rostro de atamisquis, pencas y alpatacos en el rupestre paisaje pedemontano. Sin fatiga, se jugó en todo momento por la postura que creyó acertada (y que generalmente lo fue, según lo va demostrando el tiempo, padre de todas las verdades). Releer ahora las páginas de su Iibro, sus jugosos artículos diseminados en diarios, revistas y conferencias. obliga a sintonizar ese misterioso don profético, que no era magia sino pura ciencia. El controvertido sistema de dominio de El Sosneado y la Pampa Piedras de Afilar (V. XIV, 153 y cf. XXVI I); el aluvión del 4 de enero de 1970 (III -XXXIII -XlII- .XIV, Fig. N° 30); las reales posibilidades de nuestras aguas subterráneas (Carta a D. "Los Andes', 7/X/36); los peligros de la devegetación en las áreas montañosas (XLII); son sólo algunos de los hechos vertebrales pronosticados -a décadas de distancia- por aquel iluminado de la hidrología. Con la clara visión de los auténticos sabios, Vitali no se restringe a la estrechez de miras de su campo de especialización, sino que lanza una aguileña mirada comprehensiva a la globalidad de aspectos de cada problema. Así, toca las vetas económicas, sociales, legales, de la cuestión que trata, insertándolas con la mano firme del buen timonel en el terreno de su especialidad hidrológica. Advirtió sagazmente sobre la enajenación de hecho de nuestro territorio en la desolada cuenca del río Barrancas, donde los extranjeros que la habitaban ignoraban que pisaban suelo argentino.

Exhortó a los juristas locales a prevenir una eventual discusión de la soberanía mendocina sobre las aguas de dicho río, por parte de la Nación. Incitó a los geólogos a estudiar las cavernas y túneles naturales del río BorboIlón, “esa rica zona de maravillas de la arquitectura geológica" (XVI).

Tuvo, por excelencia, la soberana virtud de percibir nuestros imponentes paisajes en un complejo prisma de significados: vio el presente, el pasado y el porvenir. Los sintió como poeta, los miró como argentino, los midió como hidráulico, los pintó como visión.

Durante 21 años prestó servicios en la Superintendencia General de Irrigación, de la que llegó a ser Jefe Técnico, ejerciendo la constante supervisión del sistema de riego en toda la provincia. A él se le debe el estudio preliminar y la planificación de la mayor parte de los diques y canales sobre el Diamante y el Atuel, los análisis de factibilidad del dique El Nihuil y otras muchas e importantes obras. Pero es quizás en el terreno de la freatología donde concretó sus más valiosos aportes teóricos y prácticos al tesoro hídrico de Mendoza. Con ardorosa vocación y sed de conocimientos, colaboró con los más notables investigadores de su época en el campo geofísico, potamográfico y de las aguas subterráneas: acompañó a los Dres. Pablo A. Loos y Alberto de Vita en sucesivos sondeos de las napas subterráneas, contando con los más adelantados dispositivos tecnológicos. Con ambos especialistas aprendió mucho y todo humildemente lo volcó en beneficio de la irrigación mendocina.

Basta releer algunos de sus artículos periodísticos (Los Andes: 7/X/36 y 11/IX/38 -"La Libertad": 31/VII/38, 21 y 28/IX/38, 28 y 31/Xi/38 y 7/VI/40), para comprobar con qué fuerza se iba haciendo carne en él el entusiasmo por el futuro de la irrigación correctamente planificada y estructurada, sobre el abundante capital de los recursos superficiales y subterráneos. En sus destacables "Consideraciones acerca del agua precisa para el riego", formula con encomiable precisión y prudente rigor científico las reales posibilidades de la irrigación en Mendoza. Siempre fue esquivo a las soluciones radicales y desmesuradas: por eso -y porque además conocía en carne propia los vaivenes de la política y la economía lo cales- desechó los descomunales proyectos de quienes ingenuamente propugnaban hacer "borrón y cuenta nueva” con las obras de Cipolletti y con la misma Ley de Aguas.

Continuamente a lo largo de la vasta vida y obra de Galileo Vitali, se aspira ese contagioso impulso creador, esa generosa sed de anchos porvenires: Como cuando lamenta el abandono oficial y privado de la imponente región adyacente a la cuenca del río Grande y propone, sin más, las posibles perspectivas técnicas: el desvío de los ríos Cobre y Tordillo hacia el Valle Hermoso. O como cuando -sensibilizado por la penuriosa situación de los últimos rescoldos de la raza huarpe -propone regular el desaqüe de la Laguna Silverio para que, con el agua, refluyan la prosperidad y la esperanza de otrora a los olvidados bañados de Guanacache.

Auténtico y autorizado tribuno de nuestros más vivos ideales de progreso, merece mucho más de lo que nuestra historia le ha dado. Pero, por todos los homenajes que mereció y no tuvo, por todo lo que anheló y no pudo ver, hoy, miles de hectáreas irrigadas por su esfuerzo bienhechor escriben y cantan con el rumor de lo que crece, el mejor panegírico de Galileo Vitali.

A modo de conclusión
Esta sucinta memoria de tres de los más insignes protagonistas de la irrigación en Mendoza, lleva como corolario el mismo desafío que ellos enfrentaron:

El desierto aún está ahí... La guerra no se ha ganado. Nuestra provincia tiene varios millones de hectáreas virtualmente aprovechables. En la actualidad todavía no hemos rescatado el primer millón. Con seguridad, Bermejo, Cipollettí y Vitali, de algún modo, nos están pidiendo cuentas...

Sabido es que las técnicas de aprovechamiento sistemático del agua para riego en otros países -como Israel o Argelia, por ejemplo- han registrado notables avances. Por otro lado, algunos expertos han llegado a afirmar que sólo con los actuales volúmenes de agua que Mendoza dedica ala irrigación, mediante esa potenciación tecnológica podrían triplicarse o hasta cuadruplicarse las superficies beneficiadas. Tal meta, lógicamente, no podrá alcanzarse acorto plazo y requerirá, por otra parte, formidables inversiones. Pero lo que está en juego es algo Infinitamente más valioso, algo por lo que hoy perduran y son recordados encomiásticamente los nombres de Bermejo, Cipolletti y Vitali.

De todos modos, cualquier replanteo de la economía de Mendoza y su subsistencia como conglomerado productivo y humanizado, debe partir indefectiblemente de las perspectivas de irrigación

De la conciencia de que los oasis no son estables ni pueden permanecer estáticos. Son el revés dialéctico del desierto y, si no avanzan sobre él, a la corta o a la larga, están condenados a volver a él.

El petróleo, el uranio y los demás recursos naturales no renovables no deben hacernos olvidar que Mendoza fundamentalmente depende de su desarrollo agrícola, el cual -en los últimos cien años- ha pasado por recurrentes crisis, muchas de ellas originadas en el casi monocultivo. Si se tiene en cuenta el hecho de que, hasta el último cuarto del siglo pasado, el cultivo de la vid era insignificante comparado con el de alfalfa (destinada al ganado) y que existían importantes áreas ocupadas por trigales; si a ello se agregan las experiencias realizadas para producción de remolacha azucarera, maní y otros cultivos no tradicionales, se comprenden que las posibilidades productivas de Mendoza dejan mucho campo abierto a la exploración ya la diversificación. Pero -hay que reiterarlo y lo dejamos al análisis profundo de los especialistas quizás estamos al borde del punto crítico: los desiertos siempre están vivos... O se conquistan o nos conquistan.

Mendoza necesita ya activar sus recursos hídricos a cualquier costo; canalizarlos hacia tierras improductivas, generar nuevos oasis, decidir de una vez por todas para qué va a utilizarlos, cuáles cultivos son marginales y cuáles son óptimos, no sólo desde el punto de vista agronómico, sino desde una prospectiva económica Integral.

Emprendido ese fecundo camino, el legado de Bermejo, Cipolletti, Vitali y muchos otros superará sus propias obras y quedará Inserto en la historia de Mendoza, más que todo, como paradigma de hombres luminosos, voluntades grandiosamente proyectadas al porvenir.

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