
Los padres de don Atilio Sardi venían de Italia, a desembarcar en cuerpo y alma. Se radicaron en la provincia; y en el Departamento de Las Heras volcaron su afición bajo el auspicio de los pámpanos. Allí aconteció la vendimia del hijo; premio de la sangre, fiesta del corazón. El niño fue traído a San Rafael y en esas escuelas inició un programa de estudios que, con el tiempo, habría de desembocar en cuidadosas disciplinas.
Más tarde cursó estudios superiores en la tierra de sus padres. Italia lo recibió como un tributo fraternal, porque en su figura misma recibía el calor de sus hijos ausentes.
Graduado de Técnico Enólogo regresó a su patria. San Rafael acogió su juventud briosa y le vio prodigarse en favor del progreso de este suelo, ingresó luego en las Bodegas Jensen, de Las Paredes, cuya dirección ejerció con los conocimientos que revalidó, posteriormente, en las antiguas e importantes Bodegas Tirasso. Pero era preciso dar un margen mayor a esa inquietud empresaria; y fué así como resolvió independizarse, construyendo sus propios viñedos y bodegas en el distrito “El Cerrito”.
Pudo así ordenar su experiencia, los más modernos sistemas que proporcionaron incuestionables adelantos a la empresa. Pero aparte de la iniciativa privada, don Atilio Sardi tuvo destacada actuación en el aspecto social, especialmente en las esferas de la colectividad itálica. Por eso, tanto en la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos, que presidió, como en distintos sectores que apreciaron el desinterés y la nobleza de su acción, supo mantener un autentico itinerario de rectitud y amistad.
San Rafael es una tierra afortunada. Hacia su meta se dirigieron muchos hombres laboriosos y predispuestos a dar todo de sí por el futuro. Ese futuro que ha madurado, como para premiar, tal vez, a los mismos forjadores que alcanzan a recoger esta visión de felicidad presente.